“Cuando al podar se mojan las tijeras, mira al cielo a ver si pasan las grullas”, así era mi abuelo Vicente, para cada momento tenia un dicho.
A lo largo de todo el Lejano Oriente, la grulla es considerada como un pájaro de buen augurio y se la conoce con varios nombres: entre ellos “el ave de la felicidad”. La grulla inspiró cuentos y leyendas que protegía a los débiles con su abrazo y transportaba a las personas a terrenos espirituales más elevados.
Cuando empieza a ser primavera, las grullas empiezan un largo viaje hacia el norte. Para cubrir su largo viaje, las grullas se agrupan en bandadas de entre 10 a 15 individuos, dispuestos en la típica formación de V.
Casualidad o no “el ave de la felicidad” es el presagio del nuevo ciclo de la vid, en formación de V, v de vino, v de vid, v de viñedo, v de Vicente.

“Cuando te cambies la camisa Carlos, ya lo sabes, a llegado la primavera”
Cuando la temperatura media pasa de los 10ºC, el suelo empieza a calentarse, la raíces notan cómo poco a poco el suelo va calentándose, y la savia comienza a recorrer la planta de nuevo. Lo hará cargada de hormonas vegetales y de nutrientes, procurando llegar hasta el último rincón de la vid, se activa el sistema radicular de la planta debido a la activación de la respiración celular provocando el movimiento ascendente de la savia. Y es cuando empieza a observarse en todos los cortes de la poda y heridas del tronco y de los brazos, unas gotas transparentes e incoloras que se asemejan a lágrimas, es lo que llamamos lloro de la vid. La cepa sale de su letargo y marca el inicio de la añada.




“La vida empieza con un llanto. Unas lagrimas de alegría para darnos el fruto de la felicidad”
La cantidad de lloro que fluye de una cepa es variable, principalmente dos:
Por un lado, el grosor del corte al realizar la poda. Los cortes han seccionado los vasos conductores de la vid, la manera en la que se hayan producido influirá directamente en el lloro unas semanas después. Las lagrimas fluyen por las heridas y los cortes de la poda, la cantidad derramada puede llegar hasta los cinco litros por cepa, pero depende básicamente de la época en la que se ha realizado la poda, del grosor de los cortes de poda, del vigor de la planta y de los factores climáticos.
Y cuando se haya llevado a cabo la poda de la vid, ya que cuanto más tarde se poda, más llora la planta.
Estos lloros cesan al recubrirse los cortes y heridas con unas sustancias gomosas producidas por bacterias que viven sobre el derrame, y sales disueltas en el lloro evaporado, obturando los vasos leñosos.
Terminado el período, puede prolongarse durante aproximadamente una semana o diez día, la temperatura diurna va en aumento y sin excesivos fríos nocturnos, la planta empezará a crecer gracias a las reservas acumuladas en las raíces y en el tronco. Las yemas comenzarán a hincharse y a desarrollarse para pronto brotar. De estas pequeñas yemas brotarán los nuevos sarmientos, hojas y frutos.
“Antes le falta la madre al hijo, que hielo al granizo”
El termómetro y la ventana se convertirán en el aliado del viticultor, en esta epoca del ciclo de la vid, el riesgo de heladas es la mayor preocupación;
si el termómetro marca -1, preocupación
si el termómetro marca -1, el cielo tapado, alivio
si el termómetro marca -1, y hace un sol radiante alerta helada segura.
Los lloros no tienen ningún papel esencial en el desarrollo de la planta, ni para bien ni para mal. Sólo se les tiene en cuenta cuando se poda: hay que tener cuidado al realizar los cortes para evitar que las gotas de los lloros puedan resbalar hacia la yema y mojarla. Si esto pasara, habría más riesgo de perder la cosecha si hiela en primavera.
Bibliografia
The Queen Mencia web
Bodegas Illana web
Grada
Bodegas Gallegas
Manual de viticultura